Durante el primer tiempo de vida de un recién nacido y padres recién nacidos, todos atraviesan un período de mutuo conocimiento y adaptación. Los padres en primera instancia, concentran su esfuerzo en cubrir las necesidades básicas, función de protección y nutrición, para el desarrollo saludable del bebé. Esto requiere de diversos aprendizajes:
Ha llegado el bebé real, es un tiempo importante para conocerlo y re conocerlo; identificar al bebé presente-palpable, en relación al bebé percibido- vivido dentro del cuerpo materno y en relación al bebé imaginado-fantaseado a partir de las representaciones (conscientes e inconscientes) basadas en la propia experiencia personal que tiene su origen en la temprana infancia.
Criar es una permanente transacción entre el ideal y la realidad que se impone, es una renuncia y al mismo tiempo un encuentro con capacidades sorprendentemente desconocidas y sorprendentemente rescatadas de saberes antiguos. Estas transacciones son parte de un complejo proceso en el que la función de padres se va configurando de manera dinámica a lo largo de la vida, es decir que el “ser padres” es una especie de ilusión porque siempre vamos andando en el “siendo padres” Existe una gran diferencia entre ser y siendo, ya que el “ser” implica una estructura formada. Cuando describimos un objeto, decimos por ej es de piedra, es de madera y esa característica es inamovible; sin embargo el “siendo” implica la posibilidad de ir transformando la materia, de mantener una esencia flexible. - Hacia el sí mismo de cada progenitor
El proceso más relevante de esta instancia es el de la “renuncia”: renunciar al ideal promueve una aceptación del encuentro bebe/niño - adulto con variables desconocidas e impredecibles. Simultáneamente existe otra renuncia: la de ser la madre/el padre ideal. Cuando de niños y adolescentes nos imaginamos siendo padres construimos esa representación en base a las experiencias satisfechas e insatisfechas de nuestra propia historia; quisiéramos repetir aquello que nos completó y modificar, a veces hasta oponernos a aquellos aspectos de nuestros propios padres que nos han disgustado o dolido. Nos debatimos en la renuncia del doble ideal para situarnos ante lo nuevo-desconocido: quién es mi hijo?, qué necesita diferente de mi? y quién soy como padre-madre tomando distancia del ideal?. La pareja se conoce a sí misma estando de a dos. Se han elegido y aceptado mutuamente con las características que conocen uno del otro y en interacción. La llegada de un hijo abrirá esa relación para incluir no solo al bebé, sino incluirse e implicarse en un nuevo rol en el que cada cual no se conoce a sí mismo y tampoco a la pareja. Dentro de la pareja aparece una fuerte expectativa: como desearía que sea el otro como padre-madre, unida a una representación conjunta: la de ser una pareja de padres. La distorsión entre lo esperado y la realidad a veces provoca desilusiones, impactos y desacuerdos. Pero si volemos a situarnos en el siendo, la renuncia y la transacción; es posible edificar un modelo común para criar y educar a los hijos. El interjuego de acomodación entre la pareja no se da tan solo sobre los ideales, ahí esta el bebé-niño demandando con sus características particulares. En cada etapa surgen nuevos desafíos, la exigencia de aprender a responder coloca a los padres en una sucesión de ensayo - error y búsqueda de estrategias cuando los intentos iniciales no son efectivos. Re organizar implica desarmar una estructura para encontrar un nuevo ordenamiento que, en la cotidianeidad a veces no resulta fácil porque los adultos vivimos sobre estructuras más fijas. Otro ejemplo puede ser la organización de las comidas: el niño prefiere ciertos alimentos en una etapa que luego es común que lo rechace y pareciera que no quiere comer nada; o bien que en un comienzo se queda sentado mientras come y luego hay que correrlo por la casa con la cuchara detrás. Esa situación generalmente desorganiza un momento de encuentro familiar que se da alrededor de la mesa e impacta al mismo tiempo en la figura de la madre/padre como seres nutrientes en el acto de ofrecer el alimento. De la niñez a la adolescencia, el individuo es un ser en transformación casi permanente, organiza sus ciclos, sus preferencias y sus rebeldías construyendo paulatinamente su propia personalidad. Lic. Paula Landen
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