Durante el primer tiempo de vida de un recién nacido y padres recién nacidos, todos atraviesan un período de mutuo conocimiento y adaptación. Los padres en primera instancia, concentran su esfuerzo en cubrir las necesidades básicas, función de protección y nutrición, para el desarrollo saludable del bebé.

Esto requiere de diversos aprendizajes:

  • Aprender a decodificar los gestos y manifestaciones corporales con las que el bebé expresa sus necesidades y desequilibrios físicos y emocionales.
  • Decodificar el llanto como comunicación primordial poco clara al comienzo, venciendo al mismo tiempo los mitos acerca de la manipulación de los bebes hacia los adultos cuando lloran.
  • Aprender a satisfacer las necesidades realizando acciones concretas: alzar, adormecer, alimentar, vestir-desvestir, higienizar etc.

Ha llegado el bebé real, es un tiempo importante para conocerlo y re conocerlo; identificar al bebé presente-palpable, en relación al bebé percibido- vivido dentro del cuerpo materno y en relación al bebé imaginado-fantaseado a partir de las representaciones (conscientes e inconscientes) basadas en la propia experiencia personal que tiene su origen en la temprana infancia.

El adulto necesita unir estas tres dimensiones del hijo y el bebé necesita experimentar un sentimiento de unidad que al comienzo estará dada por la mirada y las acciones de sus padres.
Prontamente el bebé percibido en el útero se va diluyendo y el ajuste de unidad pivotea entre el bebé imaginado y el bebé real.
A medida que los padres van vivenciando la paternidad conocen mejor a los hijos, mientras éstos progresivamente van adaptándose y construyendo su conocimiento del mundo.

Criar es una permanente transacción entre el ideal y la realidad que se impone, es una renuncia y al mismo tiempo un encuentro con capacidades sorprendentemente desconocidas y sorprendentemente rescatadas de saberes antiguos.

Estas transacciones son parte de un complejo proceso en el que la función de padres se va configurando de manera dinámica a lo largo de la vida, es decir que el “ser padres” es una especie de ilusión porque siempre vamos andando en el “siendo padres”

Existe una gran diferencia entre ser y siendo, ya que el “ser” implica una estructura formada. Cuando describimos un objeto, decimos por ej es de piedra, es de madera y esa característica es inamovible; sin embargo el “siendo” implica la posibilidad de ir transformando la materia, de mantener una esencia flexible.

- Hacia el sí mismo de cada progenitor
- Hacia el interior de la pareja
- De la pareja hacia el niño y viceversa

Esta es la instancia en que cada padre/madre se encontrará en su propio camino de identificación y
re conocimiento del bebé real frente al imaginado (e ideal). Toda situación ideal tiene el potencial de fluir sin conflicto interno ni externo. No existe la contradicción, no aparece la necesidad de tomar decisiones ya que se da tal cual la deseamos - imaginamos. Situación que se halla muy lejos del encuentro que se produce frente a un bebé y a un niño en crecimiento.

El proceso más relevante de esta instancia es el de la “renuncia”: renunciar al ideal promueve una aceptación del encuentro bebe/niño - adulto con variables desconocidas e impredecibles.

Simultáneamente existe otra renuncia: la de ser la madre/el padre ideal. Cuando de niños y adolescentes nos imaginamos siendo padres construimos esa representación en base a las experiencias satisfechas e insatisfechas de nuestra propia historia; quisiéramos repetir aquello que nos completó y modificar, a veces hasta oponernos a aquellos aspectos de nuestros propios padres que nos han disgustado o dolido. Nos debatimos en la renuncia del doble ideal para situarnos ante lo nuevo-desconocido: quién es mi hijo?, qué necesita diferente de mi? y quién soy como padre-madre tomando distancia del ideal?.

La pareja se conoce a sí misma estando de a dos. Se han elegido y aceptado mutuamente con las características que conocen uno del otro y en interacción.

La llegada de un hijo abrirá esa relación para incluir no solo al bebé, sino incluirse e implicarse en un nuevo rol en el que cada cual no se conoce a sí mismo y tampoco a la pareja.
Esta es una construcción que se basa en las representaciones individuales teñidas por los patrones que cada cultura de procedencia rescata y propone en torno a la maternidad / paternidad, nacimiento y crianza, y su posibilidad de ponerlos en práctica.

Dentro de la pareja aparece una fuerte expectativa: como desearía que sea el otro como padre-madre, unida a una representación conjunta: la de ser una pareja de padres.

La distorsión entre lo esperado y la realidad a veces provoca desilusiones, impactos y desacuerdos. Pero si volemos a situarnos en el siendo, la renuncia y la transacción; es posible edificar un modelo común para criar y educar a los hijos.

El interjuego de acomodación entre la pareja no se da tan solo sobre los ideales, ahí esta el bebé-niño demandando con sus características particulares. En cada etapa surgen nuevos desafíos, la exigencia de aprender a responder coloca a los padres en una sucesión de ensayo - error y búsqueda de estrategias cuando los intentos iniciales no son efectivos.
El niño se va organizando y re organizando cíclicamente y frente a ello, coloca a los padres en procesos cortos de: organización - desorganización - re organización sucesivos.

Re organizar implica desarmar una estructura para encontrar un nuevo ordenamiento que, en la cotidianeidad a veces no resulta fácil porque los adultos vivimos sobre estructuras más fijas.
A modo de ejemplos: la organización del sueño durante el 1° año de vida adquiere ritmos que varían en corto tiempo y de esta variación depende el descanso de los padres.

Otro ejemplo puede ser la organización de las comidas: el niño prefiere ciertos alimentos en una etapa que luego es común que lo rechace y pareciera que no quiere comer nada; o bien que en un comienzo se queda sentado mientras come y luego hay que correrlo por la casa con la cuchara detrás. Esa situación generalmente desorganiza un momento de encuentro familiar que se da alrededor de la mesa e impacta al mismo tiempo en la figura de la madre/padre como seres nutrientes en el acto de ofrecer el alimento.
Otros ejemplos pueden rondar en torno a los límites, la escolarización, la socialización.

De la niñez a la adolescencia, el individuo es un ser en transformación casi permanente, organiza sus ciclos, sus preferencias y sus rebeldías construyendo paulatinamente su propia personalidad.
Los padres necesitan mantener la esencia del siendo y una estructura flexible ante nuevas circunstancias renovando los recursos de comunicación e interacción.

Lic. Paula Landen